Hacia una psicología social andina

Mirta Videla

 

“En tiempos de incertidumbre y desesperanza es imprescindible gestar proyectos
colectivos desde donde planificar la esperanza junto a otros”
Enrique Pichón Riviere

“No digas que solo en los libros está lo que hay que leer, de la sabiduría de la vida
también yo quiero aprender”
Patricio Guerrero Arias

Pensar en una lectura como psicología social de la cosmovisión andina, es una
propuesta que emerge del pensamiento de muchos saberes en nuestro continente
sudamericano, ya no más latinoamericano o iberoamericano, reflejo del pensamiento
colonizador, sino una América que para nosotros es Abya Yala, parte del Bioverso de
todos los seres que lo habitan. Se propone destacar la grupalidad como una forma
humana ancestral de amucharse para enfrentar dificultades y también celebrar o
duelar acontecimientos de la vida.
Como escribió el maestro jujeño Maidana, en los últimos tiempos se han multiplicado
nuevos sacerdotes que se llaman antropólogos, psicólogos, abogados, médicos,
economistas y científicos, dueños de la verdad y la sabiduría y que fundan sus propios
imperios. Porque los imperialismos no son exclusivamente políticos, sino que pueden
ser religiosos, científicos y económicos. Y sus nuevas armas son el cinismo, la burla y la
desvergüenza.
Psicología andina es visión de una “psicología visceral”, desde las entrañas humanas,
en respuesta critica al abuso de “celebrosidades” y “neuroexpertos” con sus modelos
enlatados del cómo vivir, amar, enfermar, sanar y morir, ajenos a nosotros y a lo
nuestro. Hablamos de psicología andina con nuestro referente femenino regional, que
apela a la madre tierra de la cordillera andina, que logre transmitir una psicología
capaz de apapachar, ternurar, corazonar, amar y mimarnos entre nosotros y con los
demás. Así como es la maternidad la expresión máxima de la creatividad humana.
Pese al avance de la ciencia y la tecnología la humanidad está amenazada como
consecuencia de una razón sin alma, de una ciencia como instrumento del poder. Por
eso que antes que soñar con ser doctores, licenciados o magister, debiéramos pensar
desde el corazón para saber qué mundo y existencia les dejamos a nuestros
descendientes. Debiéramos “sentipensar” todos, para saber cómo sanar las heridas de
la Pacha madre tierra, que hoy agoniza por la ambición de una civilización que prioriza
al capital por sobre la vida.
El presente trabajo conforma una visión amplia sobre la vida en la quebrada de la puna
y toda la zona allende de la cordillera andina. La enfermedad es acá concebida como
desequilibrio vital que afecta tanto a personas como también a los animales, vegetales
y minerales. Porque ya no somos parte del universo sino del “bioverso” de todos los
vivos, reino humano, animal, mineral y vegetal.
Este espacio viviente puede “agarrar”, “soplar”, “atrapar” el espíritu de todo lo
existente, sean humanos o no. Imponiéndose entonces la ética del cuidado del

“ánimu” en todos los órdenes de la vida y todos los seres, así como reconocimiento de
la “dignidad” de los interpelantes. Todo ello nos hace visible un mundo espiritual y
metafísico negado o incivilizado por mirada colonial y moderna. Todos los seres del
Bioverso, humanos, animales, plantas, minerales y divinidades tienen “ánimu”. Por eso
debemos pensar que la noción de “ánimu” está estrechamente vinculada con el modo
de concebir la vida, la existencia misma de manera general.
Propuestas actuales en psicología andina, nos marcan derroteros muy diferentes con
un sistema de valores éticos y morales, dando lugar al alivio para situaciones del
padecer humano tales como la sabiduría popular, el amor, la compasión, la ternura, la
pasión, la honestidad, el desapego, la armonía afectiva, la serenidad, la ecuanimidad,
la generosidad, la lealtad, el cariño de nosotros hacia los otros, la reverencia y gratitud
por la vida, valorando más al sentimiento humano que al poder del tener.
Lo nuevo en ciencias sociales no es buscar nuevos territorios sino nuevas miradas, ojos
que usen al corazón como símbolo del sentimiento humano, por eso tomando
propuestas del ecuatoriano de Patricio Guerrero Arias con su “Antropología
corazonada”, insertamos en la Psicología Andina como símbolo del rescate, los
sentimientos y la espiritualidad en teorías de Psicología. Entonces “corazonar” y
“ternurar” desde la mirada de la salud mental andina, significa elegir huellas de la
simplicidad voluntaria para eludir nuestro sitio en la sociedad de consumo y organizar
nuestra vida con la esencia del plural “nosotros” más que del singular del “uno”.
La propuesta de esta versión andina de la psicología es el cambiar la versión del
“pienso, luego existo” por la de “existo porque siento”. Pensar con el corazón y sentir
con la mente, porque somos seres “sensopensantes”. Pues se propone revitalizar la
afectividad, el sentido espiritual de la vida. Corazonar y ternurar son verbos
psicoandinos, conjugaciones sanadoras para padecimientos sociales que hoy nos
aniquilan, como la crueldad, el individualismo feroz, la corrupción generalizada y la
desconfianza y desesperanza en las vinculaciones humanas. No son neologismos sino
propuestas de un lenguaje que sugiere romper las fragmentaciones humanas y no se
trata de borrar las razones sino de nutrirlas de afectos para pensar desde el corazón.
La Psicología Andina es una propuesta espiritual no religiosa, porque no se trata de
imponer dogmas de una imaginada y total verdad, sino de buscar vivir la belleza de
una buena vida del aquí y ahora, en este tiempo, con los recursos de cada uno y los
compartidos. Por eso se propone un movimiento como una “psicología para la
liberación”, hacia una dimensión comunitaria que descentre a los contaminados por el
virus social de la “egofrenia” individualista y en éxtasis narcisista, revirtiéndolos hacia
un estado nuestro con, para y con los otros.
Un ejemplo son los agrupamientos de las “comadres” reunidas en valles andinos los
días jueves en comidas comunitarias para tratar de abordar temas familiares, como
manifestación ancestral de vinculo simple del afecto con otras y entre otras. Esta
costumbre la introduce la religión católica de los colonizadores y se inserta
adaptándose en lo laico andino con otra esencia y finalidad. Estrategia resonante como
lo que hoy denominamos “grupo operativo”, desde la teoría social de Pichón Riviere.
Comadre es un vocablo del latín tardío “commater”, con la madre, rol de la mujer que
oficia de partera sin estudios y es madrina del bautizo y alcahueta de las vecinas. El
término aparece en 1541 en español en el libro del mallorquín Damián Carbón, un

tratado sobre conocimientos materno infantiles y dice “libro del arte de las comadres
o madrinas y del regimiento de las preñadas y paridas de los niños”. Las “co-madres”
son una costumbre basada en tradiciones orales, pasadas de padres a hijos, ya que, al
no existir fuentes escritas confiables, existen varias suposiciones, la más fiable es que
se puede remontar el origen de la fiesta a las denominadas “Matronalias”, fiestas
romanas dedicadas a las mujeres casadas, y que se celebraban en honor de la diosa
Juno, también conocida con el sobrenombre de Matrona. Estas fiestas se celebraban
en las calendas del mes de marzo, la única vez al año que las mujeres tenían los
mismos privilegios que los varones en la sociedad patriarcal romana. Con el paso del
tiempo se convirtió en una fiesta evidentemente profana, perdiendo todo su carácter
sacro, conservándolo únicamente en el sentido de adecuar su celebración al calendario
cristiano y que sigue coincidiendo con unas fechas no muy lejanas a las calendas de
marzo.
La “minka” o “minga” es un concepto andino y milenario que sintetiza relaciones de
reciprocidad, compromiso y complementariedad. Consiste en una práctica en la que la
comunidad se junta para trabajar en un objetivo en común, como la construcción de
una casa para una pareja joven, levantar la cosecha de trigo de un grupo familiar
campesino o una obra de uso colectivo, con una devolución inmediata que puede ser,
una abundante comida como un locro de trigo en cacerolas gigantes o el compromiso
de reciprocidad a futuro. En las provincias de Cuya la cosecha de trigo y de cebolla
constituye una verdadera fiesta comunitaria con gentes vestidas de blanco, hombres y
mujeres, con sus pañuelos cubriendo las cabezas, cantando en sus camiones de
transporte en un clima festivo en plena primavera, cargado de una especial y típica
sensibilidad erotizada, que hace utilizar la broma cuando nace un niño y le dicen “hijo
de la cosecha”.
Los pueblos originarios de todas las geografías conservan aún prácticas simbólicas y
materiales que tienden a una relación equilibrada entre personas y entre ellos y la
naturaleza. En América del Sur, la minka o minga es el hito que simboliza ese espíritu
comunitario del hacer “juntos”.
En 1963, Perú logró una aplicación institucional del concepto, con la creación de
Cooperación Popular, un programa que promovía la participación directa de los
pueblos y dejaba a las autoridades la función técnica y logística. Así, en sus raíces
estaban los usos y costumbres milenarios de la tarea comunal. Los resultados fueron
contundentes: se construyeron rutas, acueductos y cientos de obras comunales y
municipales. Inspirada por el ejemplo peruano, en 1964 la República de Corea decidió
desarrollar la misma metodología y la aplicación del concepto “minka” también le dejó
resultados excepcionales.
Durante 2016, el Ministerio de Cultura de la Nación también hizo una aproximación
institucional al concepto y llevó a cabo las jornadas regionales minka Cultural, con el
objetivo de acercarse al conocimiento de las tradiciones culturales, a la dimensión
simbólica de la realidad de los contextos indígenas y al rol de los académicos indígenas
en la construcción de bisagras entre sus conocimientos y los de las comunidades. El
propósito fue visibilizar a los distintos pueblos y culturas presentes en el país que
forman parte de nuestra riqueza de identidades a través del debate y las propuestas
en torno al papel de las tradiciones, prácticas culturales y memorias sociales de los
pueblos indígenas en los desafíos del mundo contemporáneo.

Otro ejemplo es el “tantanakuy”, término de origen quechua que significa “encuentro
de unos con otros” y es una reunión festiva con alegría y música, para potenciar las
manifestaciones culturales que fortalecen la identidad regional y el intercambio de
saberes. Tantanakuy se escribe en medio de los cerros multicolores, las casas de adobe
y las calles estrechas y empedradas de Humahuaca. Tantanakuy, ha sido motivador
para muchísimos artistas populares andinos. Gracias a estos encuentros muchos niños
se animan a cantar y tocar instrumentos nativos, siendo un motivador para el rescate y
conservación de la cultura. Muchas personas solían sentir vergüenza de su origen, su
cultura y sus costumbres. El Tantanakuy revirtió esa vergüenza y la transformó en un
movimiento global, con músicos de la región de la Quebrada de Humahuaca de Jujuy
que dieron a conocer su arte cultural y sentir orgullo de su origen.
Cuando llegué a la Patagonia andina a mediados de la década de los ochenta, fui
convocada por una agrupación comunitaria llamada “inaum”, que en idioma mapuche
significa “andar juntos”, para dictar un seminario sobre adopción. Venía desde mi
trabajo en una dependencia del ministerio de educación de nación y trataba de ayudar
a superar prejuicios sobre los niños adoptados en la escuela, con lo que después
escribí dos libros. Aprendí como podían naturalmente agruparse mujeres de variados
saberes para amucharse corazonadas en objetivos semejantes y que esta natural
forma de agruparse es una tendencia andina que conservamos y reaparece siempre,
porque somos seres sociales, mujeres que necesitamos “andar juntas. Esta grupalidad
andina patagónica se proponía compartir conocimientos para pensar juntas en
“mateadas” informales, sobre todo en temáticas y practicas tabúes, desde una
diversidad de médicas, abogadas, docentes y psicólogas. Las conocí con un seminario
que dicté sobre “el niño adoptado va a la escuela”.
Dentro de las costumbres andinas agrupantes sudamericanas, el “velorio del angelito”
está descrito en crónicas históricas como un hecho que se vincula con la muerte de
niños pequeños. Hecho que sin embargo no es parte de un culto penoso a los muertos,
sino que las muertes infantiles son tomadas como la ocasión para el montaje de
celebración social y popular, con manifestaciones naturales en expresión artística,
musical y de alegría compartida.
Arribando los viajeros a un velorio, se les invita para pasar a la reunión celebrada en
honor del angelito velado, mientras se siente en las casas un ruido de cantos y
guitarras. Fijos los ojos de todos en el muertito, a un lado del cadáver sentado un
hombre hace música con guitarra y la madre al otro lado de la mesa. Varias parejas
circulan en sus bailes. Al pasar por frente del chiquilín muerto, le dicen a la madre: “El
angelito está en el cielo” y continúan con zamacueca y chanzas reideras, de muy buen
humor.
La muerte del angelito, al ser instrumentada por el ritual comunitario le otorga al
occiso una especial reviviscencia viajera. Es la creencia que el muertito irá en vuelo
hacia la morada celestial, sin escalas y directa mente. Como “animu” está
incontaminada, va a ser bien recibida en lo eterno. Se restablece entonces la criatura
muerta como alma intercesora, y portadora de mensajes rogativos: intercesiones y
mensajes que serán plenamente considerados por la autoridad del más allá. Van a ser
debidamente atendidas las personas que en el velorio le hagan esos encargues al
angelito y se supone que el alto firmamento los beneficiará. Quienes queden en tierra
también pueden, a través del mensajero, transmitirles a sus difuntos ruegos,
recordaciones, exhortaciones, muestras de continuidad vincular. Entre alcohol, música,

y baile, el velorio se prolonga hasta que llega con la luz diurna el momento sepulcral.
En ocasiones, la celebración ocupa varias noches y días.
El muertito yace, en una pequeña caja construida con tablas de cardón, que descansa
sobre un catre de tientos, a la luz de cuatro veladoras y a la altura de los hombros, con
dos cartoncitos simulando alitas, y en la mano izquierda un vaso por si al angelito le
viniera sed. Parte de la concurrencia deposita flores rodeando al finadito y otros
prenden coloridas cintas, con los aguijones de un cactus local, sobre la camisita del
muerto. Estos trozos de cinta son “mensajes” que el angelito llevará para otros
difuntos. Con la llegada de los músicos, comienzan las coplas, a las que seguirían los
bailes. La madre del angelito va dejando sus sollozos, y canta la primera copla, dándole
retos al muertito por haberse difunteado. Bailan los concurrentes hasta el amanecer.
El pequeño ataúd es llevado por el papá hasta el enterratorio y lo acompañan hombres
que se largan al galope arriba y abajo, gritando a lo indio.
Por hondo que sea el sentimiento, en los andinos cuando muere una criatura no hay
motivo para llorarla, por el contrario, es un acontecimiento que debe traer regocijo, no
sólo a los familiares, sino también a todos los allegados, pues es un angelito que ha ido
al firmamento a engrosar la legión de los que sirven a la Pacha. Como símbolo de la
ascensión, y para facilitársela al muertito, una pequeña escalera se coloca junto a sus
pies, que dé en ella los pasos previos a la utilización de sus alitas. “Si el finado es
grande, | llorarlo está bueno. | Pero cuando es guagua, | hay que festejarlo; | Angelito
ha’i ser”.
En las zonas sísmicas de las provincias andinas los rituales en el “el día de todos los
muertos” de noviembre, eran fiestas populares alrededor del cementerio de la ciudad,
con ropas festivas, música popular y bebidas refrescantes acompañadas de comidas
tradicionales como las empanadas y las humitas de chala de Cuyo. Servía como
reunión popular alrededor de la morada definitiva de sus seres amados, formas
naturales del cuidado de la salud mental comunitaria ante un duelo social por el
terremoto de 1944. Lamentablemente un gobierno nacional unido a la iglesia cuyana
lo definió como acto sacrílego y el gobernador de ese tiempo lo prohibió por decreto,
destruyendo una forma social espontanea para la elaboración del duelo.
En la ciudad de Medellín en Colombia, el entierro de un ser querido conformaba
encuentros musicales con tango argentino y mariachis mexicanos, para despedir a
cada sicario muerto joven en tiempos de extrema violencia colombiana. No hay
parques ni plazas en la ciudad y el único espacio florido y verde era el cementerio
municipal. Los familiares de los sicarios fallecidos se quedan varias horas y días
cantando, comiendo y bebiendo aguardiente antioqueño. Allí pude entrevistar a
familiares y observar un entierro de un sicario sentado vestido arriba de un sillón,
sobre camioneta llena de flores, con parlantes de tango argentino, por eso de que allí
murió Gardel en el aeropuerto de Medellín y ellos dicen que por eso su alma ahora es
colombiana.
Psicología andina es tan solo una simple forma de propuesta para “hacer algo entre
todos y cada uno”, para amortiguar el tremendo efecto de la violencia, la frustración y
la pena por un duelo familiar en todas sus manifestaciones. Se busca intentar corregir
la formación académica de los saberes psicológicos como agentes de mantenimiento
del sistema y no como agentes del cambio, como proponían Pichón Riviere, Paulo

Freire, José Bleger, que le costara la vida a Ignacio Martin Baró. Nuestros modelos
académicos excluyen, reducen y desvalorizan a la psicología social, la prevención y las
acciones comunitarias. Nos ha tocado a muchos quedar excluidos de los claustros
académicos nacionales de psicología por esta razón.
Psicología andina es estrategia de protección de la salud mental, basada en el total
respeto y reconocimiento por el saber de los de antes, nuestros antepasados andinos,
de donde provenimos, porque solo así haremos posible el proceso descolonizador de
nuestro pensamiento, del poder, el saber y el ser, que nos ayude a juntarnos más, sin
grietas ni fracturas que despedacen aún más nuestra cultura originaria.
Padecemos de heridas de siglos y nos hace falta una “clínica nacional” para curar la
“egofrenia” profesional que padecemos y lograr sentir con otros y juntarnos como
abrazando un valle o rodeando un cerro. Solo al sumarnos podremos enfrentar al
monstruo que nos devora: violencia, crueldad, competencias feroces, saberes
narcisistas, negación de la alteridad, desprecio por lo ajeno, enajenación
fundamentalista política y religiosa, con borramiento de las formas y costumbres de
nuestros originarios.
Todas las comunidades andinas poseían acabadas ideas sobre cómo curar y razones
del porqué enfermamos. Todo diagnóstico y tratamiento era realizado en cada grupo
familiar y dentro de cada comunidad. Porque lo comunitario era su forma natural de
vivir y en armonía con la naturaleza circundante, vegetal y animal. Juntarse para reír o
llorar, es la forma natural de los andinos para enfrentar sus vidas.
El futuro de la humanidad (dice Guerrero Arias) y de la vida no está en la modernidad,
ni la ciencia ni la tecnología, sino en las sabidurías y espirituales de los pueblos a los
que se les negó la existencia y que a pesar de tantos siglos de colonialidad y muerte,
han seguido tejiendo la vida de la mano del amor, la sabiduría y la espiritualidad, la
forma más alta de la espiritualidad política. Entonces “corazonar” y “ternurar” desde la
mirada de la salud mental andina, significa elegir huellas de la simplicidad voluntaria
para eludir nuestro sitio en la sociedad de consumo y organizar nuestra vida con la
esencia del plural “nosotros” más que del singular del “uno”. La propuesta de esta
versión andina de la psicología es el cambiar la versión del “pienso, luego existo” por la
de “existo porque siento”. Pensar con el corazón y sentir con la mente, porque somos
seres “sensopensantes”. Pues se propone revitalizar la afectividad, el sentido espiritual
de la vida.
“Corazonar” y “ternurar” son verbos psicoandinos, conjugaciones sanadoras para
padecimientos sociales que hoy nos aniquilan, como la crueldad, el individualismo
feroz, la corrupción política generalizada y la desconfianza y desesperanza en las
vinculaciones humanas. No son neologismos sino propuestas de un lenguaje que
sugiere romper las fragmentaciones verbales; no se trata de borrar las razones sino de
nutrirlas de afectos para pensar con el corazón. Es una propuesta espiritual no
religiosa, porque no se imponen dogmas, sino buscar vivir la belleza de una buena vida
del aquí y ahora en este tiempo. Deseamos reflexionar con los psicólogos sociales
entre ambas áreas del saber, acerca de los puntos de contacto que faciliten objetivos
actuales de la realidad humana.
Como decía Julio Cortazar los “cronopios” nunca mueren y ellos son los encargados de
volver a subir a la palmera de la esperanza que se encontraba desaparecida. Porque el

cronopio no se enamora de profesiones, de éxitos, de quehaceres, de la inteligencia y
atractivo físico, sino que le deslumbran las almas. Seamos como los cronopios andinos
y nunca dejemos de lado la esperanza, pero siempre junto a otros. Porque la sabiduría
consiste en descubrir por detrás del dolor a la esperanza que nos ahuna.
“Hediante y jadeante. América mujer, latido vibrante, te nombro, te busco, te siento.
India, origen y ahora, que camina y vuela, mueres y renace”.
Cantata de la psicoandina Carolina Wajnerman

Se recomienda la lectura de libros y trabajos de libre acceso por pdf:
* Patricio Guerrero Arias. “Corazonar”, Universidad Politécnica. Ecuador. PDF.Año
2017
* Videla, Mirta: “Psicología andina. Descolonización”. PDF. Facultad de Psicología de la
UNLP. Año 2020
*Red de articulación Psicología y pueblos de la Tierra. En PDF
*Lucrecia Petit: “Psicología y pueblos originarios”. Facultad de Psicología.
UBA.Congreso –
Memorias 2019.ISSN 2618-2238
Maidana, O.: “En-red-ando”, Lumen. Bs.As. 2009
Maidana, O.: “Desde el silencio de mi pueblo”. Milenio. Salta 1997
* Videla, Mirta; “Psicología andina para la liberación”. Revista de Psicología de la UNLP.
Año 2019
* Videla, Mirta; “Credo por la ternura en tiempos de violencia”. Ed. Koyatum. Año 2010
*“Haciendo psicología social para transformar”. Libro homenaje. Universidad Nacional
de Jujuy
2021
*Lucila Bugallo y Mario Vilca: “Cuidando el ánimu: salud y enfermedad en el mundo
andino”.
2011. Jujuy
En: http://nuevomundo.revues.org/61781
*Diego Escolar: “Los dones étnicos de la nación”. Ed. Prometeo. Bs.As. 2007
*Bianhetti Arrechea, MC: “Cosmovisión sobrenatural de la locura” y “Tras los rituales
de
Pachamama”. Salta Hanne 1996
*Cortázar, Julio: “Historias de cronopios y de famas“. 1970. Edhasa. Barcelona
*Kusch, R: “El pensamiento indígena de América y la negación del pensamiento
popular”. Bs. As. Fundación Ross. 2012
*Rivera Cusicanqui, Silvia: “Una mirada sobre prácticas y discursos descolonizadores”.
Bs. As. 2016. Ed. Tinta Limón
*Wajnerman, Carolina: ”Arte popular y transformación social”. Bs. As.2013- Artes
escénicas. EXPERIENCIAS RELACIONADAS:
*“Procrear creando”. Proyecto para descolonización académica. Posgrado. Facultad de
Psicología de la UNLP. Año 2020
*CAAC. Planificando Esperanzas. Servicio comunitario de Jujuy. Año 2020

*MTK “Encuentros por los abrazos”. Mirta Videla. Galpones recuperados del
ferrocarril. Jujuy. Movimiento Tupaj Katari. Año 2017
*“Mateada comunitaria por la salud”. Planificando esperanzas. MYK.Tupak Katari.Jujuy
*Fundación del colectivo tribu profesional de “Psicoandinas”. Salta 2018