Las escuelas en tiempos de vulnerabilidad.

Su impacto en la salud / salud mental[i] de nuestras infancias y adolescencias.

Gabriela Dueñas

 

Acerca de la importancia de considerar la perspectiva que ofrece el concepto de “vulnerabilidad social”.

Según distintos estudios que viene publicando la CEPAL la vulnerabilidad parece ser un rasgo  dominante propio del nuevo patrón de desarrollo de sociedades como las nuestras.Esto es lo que convierte a este concepto en un interesante analizador de diversas problemáticas sociales de fines del milenio, complementario a los tradicionales enfoques de pobreza y de distribución del ingreso.

Siguiendo a Pizarro (2001) los términos “vulnerabilidad” y “grupos vulnerables” se vienen utilizando con mucha frecuencia en círculos intelectuales y gubernamentales de AméricaLatina. Los fuertes impactos sociales provocados por los programas de ajuste tienen responsabilidad en la incorporación de esta nueva terminología. Sin embargo, no se observa gran precisión conceptual cuando se hace referencia a la vulnerabilidad social y la mayoría de las veces se la confunde con pobreza.

El concepto de vulnerabilidad social tiene dos componentes explicativos. Por una parte, la inseguridad e indefensión que experimentan las comunidades, familias e individuos en sus condiciones de vida a consecuencia del impacto provocado por algún tipo de evento económicosocial de carácter traumático. Por otra parte, el manejo de recursos y las estrategias que utilizan las comunidades, familias y personas para enfrentar los efectos de ese evento.

Por su parte, el concepto de pobreza, al expresar una condición de necesidad resultante sólo de la insuficiencia de ingresos, se encuentra limitado para comprender el multifacético mundo de los desamparados.

Como se desprende de las definiciones precedente, el enfoque de vulnerabilidad al dar cuenta de la “indefensión, inseguridad, exposición a riesgos, shocks y estrés” (Chambers, 1989 en Pizarro, 2001) provocados por eventos socioeconómicos extremos, entrega una visión más integral no solo sobre las condiciones de vida de los sectores de la población  identificados por la escases de sus ingresos efectivos como pobre, sino que permite también ampliar el foco de análisis, incluyendo a otros que se encuentran en situación de riesgo cierto de pobreza, al mismo tiempo que considera para esto y entre otras variables la disponibilidad de recursos y las estrategias de las propias familias para enfrentar los impactos que las afectan.

Por este motivo, constatar y valorar los recursos y capacidades que tienen  los sectores de la población más desprotegidos en vez de insistir exclusivamente en la escasez de ingresos, como lo hace el enfoque de pobreza, puede resultar interesante desde el punto de vista interpretativo de la salud/salud mental y de la educación, entre otros.

Ahondando en esto último, resulta oportuno en este espacio advertir también que la perspectiva que ofrece el concepto de vulnerabilidad social permite a la vez, visibilizar la importancia de considerar que la capacidad de enfrentar situaciones críticas aparece ligada al impacto negativo en la salud/salud mental de los sujetos que genera no sólo la preocupación por el desempleo sino también la inseguridad que sienten aquéllos que sí lo tienen, pero cuyo puesto de trabajo les ofrece escasa o ninguna estabilidad, protección o un ingreso insuficiente para protegerse de futuras crisis”.

 

Esta circunstancias por su parte, y en relación al tema que aquí nos ocupa, termina  haciendo mella en el ámbito educativo, las escuelas, uno de los principales espacios sociales contemporáneos en los que como nunca antes en la historia nuestras infancias y adolescencias se encuentran institucionalizadas gran parte de sus vidas, motivo por el cual allí se ponen en juego los diversos aspectos y variables que interactúan de manera altamente significativa durante sus complejos procesos de  subjetivación que, como bien se sabe desde el campo de la salud mental, tienen lugar en tiempos tempranos de la vida.

De ahí la importancia de considerar desde la perspectiva integral que nos ofrece el concepto de “vulnerabilidad social” el entramado que existe entre educación, salud/salud mental y procesos de constitución subjetiva de niñas/os y adolescentes.

 

Vulnerabilidad y escolaridad.

En efecto, no sólo el desempleo sino también las condiciones de precariedad e inestabilidad laboral que niñas/os y adolescentes observan que padecen las/los adultos a cargo de su cuidado y educación[i]  tienen serias consecuencias en los procesos de escolarización, marcando de manera particular las trayectorias educativas de amplios sectores estudiantiles, incluidos aquellos de clases medias, teniendo en cuenta -entre otras cuestiones- que en los tiempos que corren ya no parece ser cierto aquella promesa que indicaba que del nivel educativo que se alcance dependía el acceso digno y justo al mundo laboral. Al respecto, cabe recordar que sin embargo, aún hoy se insiste en sostener por ejemplo que el nivel secundario es el que se ocupa de preparar a las/os jóvenes para el mundo del trabajo.

Al respecto, y si bien es cierto que una certificación de estudios secundarios, o incluso terciarios/universitarios, suele continuar funcionando como una especie de “paracaídas”, hace tiempo que, para muchas/os jóvenes, los referidos han dejado de ser percibidos como una “garantía” a futuro de movilidad social ascendente, tal como –reiteramos- continua sosteniendo en sus discursos el mundo adulto.

Ante esta realidad, como es de esperar, se exacerba el clásico conflicto inter-generacional propio de la adolescencia viéndose atravesado por profundos sentimientos de falta de confianza y descreimiento de las/os más jóvenes hacia las/os adultos.

Llegar a ser como sus adultas/os, familiares, conocidas/os o docentes, ya no es una meta ni una referencia para muchas/os jóvenes.

Ante la falta de “balizas”, reina la incertidumbre entre ellas/os como en sus adultas/os.

En relación a esto último, cabe recordar que si bien es cierto que una cuota óptima de incertidumbre resulta ser una variable saludable a tener en cuenta en cualquier proyecto de vida que se encare, y que su percepción en términos de problema a resolver o pregunta sin una respuesta certera por anticipado resulta constituirse en un buen motivo que motoriza a las/os sujetos a investigar, conocer, pensar, estudiar, etc. tampoco es menos cierto que si esa sensación de incertidumbre invade todos los ámbitos de la vida de las personas de manera intensa y persistente, ésta suele transformarse en una condición de inestabilidad e inseguridad incompatible con el despliegue de una vida saludable dando lugar a estados depresivos, ataques de pánico, angustia intensa, violencia, dificultades de aprendizaje, aislamiento, o inhibiciones, comportamientos autoagresivos, baja autoestima, etc. sólo por mencionar algunos de sus efectos negativos.

Por su parte, las referidas condiciones profundizan los desacuerdos entre las familias y las escuelas poniendo en riesgo la clásica alianza que se requiere entre las/os adultos a cargo de su cuidado y de su educación, problemática sobre la que se viene ahondado en otras publicaciones (Dueñas, 2011).

Por último, resulta necesario en este análisis no olvidar de poner en agenda de manera prioritaria una cuestión no menor que está afectando seriamente las condiciones de escolarización actuales y a las  que en este trabajo, por falta de espacio, sólo se hará mención a continuación en términos de las dificultades del sistema educativo para actualizarse al ritmo de las demandas del S.XXI. En efecto, frente a la revolución exponencial que supone la llegada de las nuevas Tecnologías Informáticas de la Comunicación (TICs), cuestión que quedó claramente al desnudo durante la Pandemia y aún persiste, las condiciones en las que hoy continúan escolarizándose nuestras infancias y adolescencias pueden calificarse de altamente vulnerable.

 

La salud/ salud mental de nuestras infancias y adolescencias en condiciones escolares de alta vulnerabilidad.

Si la perspectiva de considerar el concepto de “vulnerabilidad social “ nos ofrece, entre otras posibilidades, la de ampliar nuestra comprensión de modo más integral acerca de la condición de desamparo que padecen grandes sectores de la población, más allá de aquellos que se identifican como “pobres” considerando para esto y de manera exclusiva la escases de sus ingresos, y en su lugar nos permite tener en cuenta en nuestros análisis los recursos con los que cuentan y las estrategias a las que apelan las personas para garantizarse una vida digna y hacerle frente a los diversos problemas con los que las crisis económicas las interpelan, no será tarea difícil articular el referido concepto con el de salud/salud mental e inferir luego sus efectos  sobre los procesos de subjetivación de niñas/os y adolescentes que, proviniendo de diversos sectores socio económicos, transitan su escolaridad en condiciones de alta vulnerabilidad.

Para esto resulta oportuno traer a consideración los siguientes conceptos cuyos desarrollos resultan afines al Paradigma al que nos convoca la Ley Nacional de Salud Mental 26657:

  • Acerca del concepto de Salud/Salud Mental:

Al respecto Floreal Ferrara define a la Salud como “la capacidad individual y social de modificar las condiciones que limitan la vida”. Profundizando en esta dirección Ferrara plantea que la salud es un proceso, y agrega que, “como el río de Heráclito, nunca es la misma” asociándola a aquello que está ocurriendo en el contexto en el que se inscribe la historia de vida de las/os sujetos. De esta manera nos convoca a una lectura que se acerca a entender el proceso salud enfermedad desde lo colectivo a partir del cual  la enfermedad no puede ser leída desde la perspectiva unicausal, focalizándose de manera excluyente en los individuos, tal como lo plantean y se insiste desde ciertas perspectivas de fuerte sesgo positivista.  En síntesis, la salud es un producto histórico-social y es sinónimo de articulación con las/os otras/os, con la historia y con el contexto.[ii]

En la misma línea, cabe señalar que durante la Conferencia Internacional sobre Atención Primaria de Salud ocurrida en 1978, un evento de trascendencia histórica convocado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) y el Fondo de las Naciones Unidas para la Infancia (UNICEF) se definía a la SALUD como un derecho humano fundamental cuya realización exige la intervención de muchos otros sectores sociales y económicos, además del de la salud. (Alma Ata, 1978)

Por su parte, resulta oportuno y pertinente recordar que Vicente Galli (1987) al definir a la SALUD como “El balance entre el individuo y los otros, su ambiente, la historia y la producción de futuro, que se desarrolla en la totalidad del escenario social con sus múltiples intereses y movimientos” explicita una dimensión ligada a la salud cuando refiere a “la producción de futuro” que conduce a su necesaria articulación con otros conceptos que se vienen anticipando desde la perspectiva que ofrece la noción de “vulnerabilidad social” ligados a las posibilidades que el actual contexto les ofrece a las/os jóvenes de construir sus proyectos de vida, el acceso a un trabajo digno y el sentido de la educación en relación a esto último.

  • Acerca de la noción de Trabajo:

Desde un enfoque integral de la Salud /Salud Mental que parte de una perspectiva de derechos que contempla la interdependencia existente entre ellos, se considera al “trabajo” como un derecho humano clave cuya vulneración impacta de lleno sobre otro derecho humano fundamental que es el derecho a la salud. Esto es así  en la medida que bien se lo puede definir como un organizador fundamental de la vida psíquica y comunitaria tanto por el sustento económico que proporciona, como por la dignificación y la posibilidad efectiva de inclusión social derivado del intercambio social con otras/os que supone o requiere la producción de un bien o de un servicio.

Como se infiere de lo dicho, situados en un presente inestable, inseguro, o en condiciones de desamparo, y sin posibilidades de vislumbrar un horizonte probable de independencia económica, autonomía, dignidad e inclusión social no estarían dadas las mínimas condiciones contextuales saludables como para poder proyectarse a futuro, con lo cual, de manera particular las/os jóvenes que se encuentran tramitando su salida de la adolescencia, se encuentran hoy en serios problemas[iii].

  • El Sentido de la educación para las infancias y adolescencias actuales

Como señala Margulis (2003): “la “juventud” es una “creación” relativamente reciente y la escuela está inscripta en ese proceso de “creación de juventud” como sujeto social. Entonces, preguntarnos acerca de los procesos subjetivos promovidos en los jóvenes que conforman y atraviesan ese territorio, implica revisar procesos de significación social de adolescencias situadas”. Al respecto, y cómo se anticipó, si bien desde su creación como sistema educativo, la idea de la educación y la escuela estuvieron anudadas fuertemente a la ilusión de progreso y ascenso social en el conjunto de las sociedades modernas, sobre todo en la primera mitad del siglo XX, el clivaje de esta institución –junto con otras instituciones tradicionales– es una marca de época significativa que nos interpela acerca del lugar que las/os adolescente le asignan a la escuela y el nuevo sentido otorgado al progreso.(Zaldùa,2016).

Ahondando en esta dirección, relevamientos recientes realizados entre estudiantes de escuelas secundaria de Ciudad de Buenos Aires y del conourbano  bonaerense como el ya citado estudio publicado por M.E Lenta, M.P. Paowlowicz y R Moschela en Zaldùa, G (2016) parecen indicar que, como señala Duschatzky (1999), no sólo el pasaje por la escuela continúa siendo significativo para los estudiantes sino que se sigue articulando con una idea de progreso aunque ya no entendido como ascenso social sino como posibilidad de despegue de la fatalidad de origen. Más que enfatizar un mejor trabajo que el de sus padres en términos de lugar social, las/os adolescentes consultados en el referido estudio enlazan al pasaje por la escuela como instancia que da  herramientas para el futuro y un trabajo, aunque no necesariamente mejor.

No obstante, al indagar sobre los aspectos que los estudiantes cuestionan de su propia escuela, en los resultados del referido estudio se observaron indicadores de problemáticas de diversa índole que las/os jóvenes señalaron, entre otros, en relación a aspectos vinculados con la precariedad de recursos didácticos, entre los que destacan la falta de conectividad y de la infraestructura edilicia escolar.

Pero la/os estudiantes indicaron  también aspectos que ponen en tensión los discursos hegemónicos que vinculan a las/os adolescentes con el desinterés por el estudio e incluso la escasa consciencia sobre el propio derecho a la educación, al referirse a sus escuelas  como espacios donde muchos docentes se ausentan, existe alta rotación de cargos, las tareas no se exigen y la violencia social se expresa sin un abordaje alternativo desde el mundo adulto.

A través de los resultados, se puede observar de qué modo el contexto de vulnerabilidad  social en la que está inserta la escuela irrumpe en ella brindando una educación que también precariza, al afectar el despliegue del ejercicio de las tareas docentes, los programas educativos y que se expresa en la laxitud de normas, valores y límites que claramente perciben las/os estudiantes, y como es de esperar, termina impactando en su dimensión subjetiva.

Estos aspectos señalados por estudiantes interrogan críticamente los procesos de escolarización en escuelas medias entrando en sintonía con el planteo de G. Kessler (2004) a partir del término “escolaridad de baja intensidad”.

El autor se refiere a aquellas trayectorias que se caracterizan por el “desenganche” de las actividades escolares en territorios donde las instituciones en crisis no pueden salir de la lógica reproductiva de la vulnerabilidad social.

Desde la perspectiva de este trabajo, y siguiendo con esto a Flavia Terigi (2007) se considera necesario advertir que no son sólo se trata de las condiciones del presente las que generan para los chicos y las chicas alto nivel de desafiliación con respecto al proyecto escolar. También lo son las oportunidades “a futuro” que ofrece el sistema, ligadas a la referida promesa de preparación para acceder al mundo del trabajo y la movilidad social ascendente, estrechamente asociada al “sentido de la educación”.

Al respecto, tiene sentido identificar la marcada incertidumbre e inseguridad en las que hoy se inscriben las posibilidades de las/os jóvenes de construir un proyecto de vida que se requiere reconocer para encontrar formas de activar relaciones intensas de los adolescentes y jóvenes con la escuela.

A propósito de este tema, Silvia Bleichmar señalaba que en nuestro país[iv] estamos comenzando a tener generaciones enteras que tienen tiempo por delante, pero no futuro (Bleichmar, 2005); o tienen futuro en términos de la perspectiva que se han construido respecto de lo que tienen por delante.

El desafío que se abre a la escuela es entonces proponer un futuro, claro que con categorías que tienen que ser distintas de las históricas. Evidentemente, no es aquel futuro de la escuela de principios y aún mediados del siglo XX. Se hace necesario preguntarnos cuál es el futuro que la escuela media está en condiciones de proponer y de sostener como proyecto para sus alumnas y alumnos. (Terigi, 2007).

 

Acerca del impacto de la profunda incertidumbre que hace obstáculo en la construcción de un proyecto de vida en la salud/salud mental de las infancias y adolescencias

Retomando con lo que sigue aquello que se anticipaba acerca  de la perspectiva que ofrece el concepto de “vulnerabilidad social” como un potente analizador que permite visibilizar, entre otras cuestiones, la marcada incertidumbre que sienten numerosas/os jóvenes en relación a su futuro, enlazada a los cuestionamientos respecto de lo que les ofrece el sistema educativo en las actuales condiciones, y el sentido de la educación “en jaque” ante la falta de garantías de promover y propiciar el acceso justo y digno al mundo laboral con su consecuente promesa de movilidad social ascendente, a esta altura del recorrido que se propone en este artículo, se puede dar cuenta de la marca del contexto socioeconómico en el que se inscriben sus trayectorias singulares y colectivas, oportunidades, deseos y apuestas.

Considerar a los procesos de constitución subjetiva que tienen lugar durante las infancias y adolescencias como eventos situados y colectivos supone no solo un desafío para la Pedagogía sino también todo un reto para la Psicología y la Psiquiatría en sus versiones paradigmáticas hegemónicas.

 

A modo de cierre:

Como bien advierten M.E Lenta, M.P. Paowlowicz y R Moschela en Zaldùa, G (2016): “Psicosocialmente, la adolescencia tiene la potencia de ser un tiempo abierto a la resignificación y a la producción de distintos procesos de recomposición psíquica entre los que Bleichmar (2005) destaca los modos de concreción de la sexualidad y la reformulación de ideales, lo que implica nuevos procesos identitarios.”

Estos procesos están ligados a las condiciones históricas en las que acontecen, en las que el vínculo intergeneracional y las significaciones sobre el territorio se conforman como coordenadas clave.

En un momento histórico en el que se naturaliza la precariedad de la vida, se exacerba la vulneración de derechos y se vive el clivaje de instituciones tradicionales –como la familia y la escuela–, se interrogan los soportes subjetivos que referencian el porvenir. En ese marco, los sentimientos de impotencia y zozobra frente a la representación del tiempo futuro pueden producir descreimiento en la posibilidad de la conquista del espacio social”.

Ahondando en el tema, algunos autores enfatizan que el sentimiento de debilidad para enfrentar un sistema social injusto y la amenaza de no encontrar reconocimiento del otro social pueden retornar generando modos de respuestas fallidas como acciones agresivas contra sí y los otros, e inhibición expresada en la renuncia al futuro.

“Se constituye así una representación doblemente problemática de esta etapa vital que convierte a los jóvenes en el “enemigo” del orden social: la de los adolescente excluidos asociados a la violencia y delincuencia; y la de los sectores medios siempre pasibles de “caer” o “desviarse”, lo cual no se justifica por “todas las oportunidades que tienen”. (Zaldùa, G. 2016)

Comprender estas circunstancias, considerando para esto los aportes al campo de la salud como los citados F. Ferrara, V. Galli, y las declaraciones de Alma Ata, evitando negar las complejidades y sufrimientos que hoy supone el tránsito hacia la adultez en estos contextos, sin dudas contribuiría a adecuar las intervenciones que desde el campo de la salud/ salud mental se realizan sobre las infancias y adolescencias actuales incluyendo aportes inter y transdiciplinarios a las clásica lecturas “psi”, centradas en los individuos y sus condiciones de vida “particulares”, para dar lugar a una comprensión de carácter integral, que a la vez permitiría reconsiderar la importancia de los abordajes de carácter comunitarios en adecuación además al nuevo paradigma al que nos convoca la Ley Nacional de Salud mental.

Preguntar y preguntarse desde adolescencias situadas por los deseos, los futuros, las prácticas y sus sentidos habilita senderos no sólo para desarmar discursos sociales y de las disciplinas instituidos que reproducen identidades patologizadas, tuteladas y exclusiones diversas, sino también para promover movimientos subjetivos en y entre las/os propias/os protagonistas y los adultos a cargo de su acompañamiento tanto del campo de la salud/salud mental como del de la educación, al interrogar(se / nos) por trayectorias supuestamente predefinidas.(Dueñas, 2011,2013).

 

Referencias bibliográficas:

  • Bleichmar, Silvia (2005). Primera conferencia. Ciclo “Subjetividad en riesgo: herramientas para el rescate”, organizado por la Secretaría de Educación del Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires con los directivos y profesionales de las escuelas secundarias de la Ciudad de Buenos Aires a partir del siniestro ocurrido en República Cromañón el 30 de diciembre de 2004. Sitio Web: http://www.buenosaires.edu.ar/areas/educacion/eventos/actualidad/bleichmar.pdf
  • Castel, R. (2004). Las trampas de la exclusión. Trabajo y utilidad social. Ed.Topia. Buenos Aires
  • Dueñas, G (2011) “¿Niños en Síndromes?”. Ed Noveduc. Bs As.
  • Dueñas, G (2013) “Niños en peligro. La escuela no es un hospital”. Ed Noveduc. Bs As.
  • Duschatzky, S. (1999). La escuela como frontera. Reflexiones sobre la experiencia escolar de jóvenes de sectores populares. Buenos Aires: Paidós.
  • Ferrara, Floreal (1987) “Teoría Social y Salud” Ed. Catálogos. Bs As.
  • Kessler, G.(2004).”Sociología del delito amateur”. Paidós. Buenos Aires
  • Margulis, M. (2003).” Juventud, cultura y sexualidad. La dimensión cultural de la afectividad y la sexualidad de las jóvenes de Buenos Aires”. Biblos. Buenos Aires.
  • Pizarro, R. (2001) “La vulnerabilidad social y sus desafíos: una mirada desde América Latina”. CEPAL. División Estadísticas. Chile.

Sitio Web: https://repositorio.cepal.org/bitstream/handle/11362/4762/S0102116_es.pdf

  • Terigi, Flavia (2007) “Los desafíos que plantean las trayectorias escolares” Conferencia dictada en el marco del Foro Latinoamericano de Educación Jóvenes y docentes. La escuela secundaria en el mundo de hoy” Organizada por la Fundación Santillana en Bs As. del 28 al 30 de Mayo de 2007.  Disponible en: http://biblioteca.clacso.edu.ar
  • Zaldùa, Graciela (2016) “Intervenciones en Psicología Social Comunitaria”. Ed Teseo. Bs As.

 

 

*Gabriela Dueñas. Dra. en Psicología. Lic. en Educación. Psicopedagoga.

                                      Correo electrónico: duegab@hotmail.com

 

[i] Aquí se dice “salud / salud mental” con el propósito de visibilizar que sin salud mental no hay salud.

[i] Por su parte, las/os docentes a cargo de su acompañamiento y contención, además de llevar adelante sus tareas especificas de conducir los procesos de enseñanza de contenidos curriculares, deben considerarse también en condiciones de vulnerabilidad social atentos a la precariedad de sus condiciones laborales.

[ii] Pero F. Ferrara plantea también plantea una discusión que puede ser interesante, oponiendo la idea de conflicto a la de equilibrio que propone la OMS. Es decir que nos convoca a pensar que no es el conflicto lo que define lo patológico, sino que justamente sería la evitación vía negación de los conflictos y que por lo tanto no lucha por resolverlos, lo que certifica la enfermedad.

[iii] La inclusión socio-laboral y el recibimiento de una compensación digna por la participación en procesos productivos aparecen como derechos relevantes. Sin embargo, en el contexto actual de precarización creciente de los derechos laborales que mantiene a amplios sectores de la población con trabajo no registrados, tercerizados o desempleados, las políticas sociales de inclusión socio-laboral producen ciudadanías parciales.

[iv]  Refiriéndose a Argentina.