Teorizaciones de la Clínica para Musicoterapeutas*: El Jugar Temprano y los Juegos Expresivos Sonoro Corporales en la Primera Infancia (PI)

Algunas consideraciones generales.

¿a qué edad aparece el primer juego-me preguntó- y en qué consiste?

Arminda Aberastury, 13a reimpresión 1994

“El valor de la expresividad infantil es que sobre ella se van construyendo las capacidades para escucharse a sí mismo, que el ser humano va a desarrollar en su vida y que será fundamental en la construcción de la salud de sus vínculos” Gustavo Gauna, 2013

“El Escuchar es inseparable de Hacerse Escuchar” Schaeffer, 1988

“Y nuestro encuentro devino en juego”

Durante los primeros años de vida, la relación del niño pequeño con sus cuidadores primarios es fundamental para su desarrollo y constitución subjetiva.

En el encuentro con esos otros significativos, el infante irá configurando modos de comunicación y relación a partir de los cuales establece los primeros contactos con el entorno, las personas y, posteriormente, los objetos. En ese tiempo actual y a posteriori devendrán de las experiencias interpersonales, las primeras representaciones tanto de sí mismo, como de esos otros primordiales, del mundo y los afectos.

Este armado relacional -vincular se establece por y en la musicalidad[i], la expresividad sonora organizad[ii]. Así se con-forman los primeros formatos expresivos, comunicativos, lúdicos y relacionales en el Desarrollo Infantil Temprano, que se irán desenvolviendo y complejizando en sus propias dinámicas y lenguajes[iii].

Como lo expresa Alejandra Giacobone: “En la primerísima infancia, la musicalidad primordial es el tamiz, la materia y la envoltura del encuentro, su formateo, su sentido.

La intersubjetividad es la condición de la escucha, por eso la intersonoridad devela el acontecimiento sonoro en la vivencia mutua”. Retomaremos a lo largo de este escrito, el tema de la “escucha” adentrándonos un poco más a ese complejo aspecto del ser humano; el “escuchar distinguido del oir”[iv]

Cuando pensamos el juego temprano, reconocemos una construcción de mutua configuración entre el adulto cuidador y el bebé, a partir de “ Gestos en Movimiento” y “Enlaces” : gestos sonoros, expresividad sonoro musical en despliegue; gestos corporales ( expresividad corporal, movimientos involuntarios y los espontáneos) gestos faciales; etc también (en momentos especiales) la  mirada y /o la palabra del adulto como gesto y  la emocionalidad de ambos sujetos, con-moviendo e impregnando cada acto creativo en vínculo.

Cabe mencionar que llamamos “gesto” a esa expresión peculiar e intencional (sea sonora, corporal, facial) que se identifica y diferencia de otros actos motores, de otros sonidos; por las cualidades particulares que lo “destacan”, expresando con evidencia intencionalidad y emocionalidad. El “gesto”, por ínfimo o sutil que sea, transporta, enuncia y expresa, algo del orden del “decir” y del “sentido”. El gesto es en relación, es hacia y con otro; porta éste la semilla de un posible común denominador entre esos dos sujetos que devendrá en comunicación, intercambio, juego y vínculo.

  • Gesto: Intencionalidad y Emocionalidad.

      Encarna Decir y Sentido.

En estas escenas, la calidad de la ESCUCHA del adulto que acompaña tiene un papel determinante, reconociendo, dando lugar y sentido a la expresividad sonoro corporal del bebé y especialmente a ese “Gesto” que se tornará significativo en aquello que se está componiendo.

La escucha posibilitará o reducirá aquellas particulares producciones lúdicas tempranas, genuinas y elementales. En la escucha sensible y en sintonía (o sea entonada con el estado emocional del infante y su particular modo de decir) del cuidador primario se gesta la posibilidad de que un sonido transmute en gesto, y que, jugado en la relación, en un vaivén comunicativo que los afecta mutuamente, entre sonidos, escuchas, expresiones y silencios, ese gesto deje huellas, marcas singulares en la subjetividad de ambos protagonistas.

El bebé, en tiempos de pausa y espera, paulatinamente irá organizando su vivencia integral[v], ubicando-se en escucha atenta y observación, aptitud indispensable para continuar, proseguir, retomar e iniciar, esos momentos lúdicos primarios en composición.

Ahora bien… ¿Cómo se organizan los primeros juegos expresivos sonoro corporales? ¿Podemos distinguir elementos imprescindibles en su origen?

 

Jugar es Hacer, aunque no todo hacer es juego

Desde esta perspectiva de desarrollo infantil integral ponemos en el centro de análisis y observación la ESCUCHA como competencia humana en relación con el entorno: el contexto humano y situacional que envuelve y aloja al niño. Reconocemos que el entorno ineludiblemente es siempre sonoro musical, que la presencia de los otros y  la propia está ligada a la expresividad sonorocorporal humana y a la musicalidad primordial[vi] que la organiza.

La escucha en tanto función simbolizante, alberga la potencia de dar sentido a aquello que se oye e impulsa en el niño su interés, re-orientación, autoregulación expresiva-emocional-conductual.

El armado de la propia escucha, además, va acompañado de un acto sine qua nom de nuestra propia humanidad como es la capacidad de representar /simbolizar lo vivenciado.

Parafraseando a Elcira Belloc: “El ser humano produce, escucha, da sentido, transforma, pone en movimiento el sonido”; comprendemos que por naturaleza somos seres expresivos y sonoros, que “producimos escucha”, en tanto necesidad y deseo del ser humano. Deseamos escuchar y Ser en la escucha de otro (o sea, ser escuchados). Sostenemos que la escucha no nos es dada como condición innata del individuo, ni como “regalo” de las relaciones interpersonales; más adelante ahondaremos sobre la configuración de la escucha humana otro de los aspectos esenciales e intrínseco en la constitución subjetiva del homosapiens con el advenimiento de la subjetividad en relación con otros (proceso de intersubjetivación)

El infante, dada la reiteración de ineludibles experiencias sonoras cotidianas (que son siempre sonoromusicales) juegos vocálicos, nanas, sonidos expresivos del cuidador, el hablar, suspiros entre respiraciones al acunar, movimiento y silencios…aprende a distinguir diferencias y semejanzas: patrones rítmicos de la envoltura melódica, graves de agudos, sonidos brillantes de opacos, comienzos y finales; la repetición de la novedad, lo idéntico de lo diferente, motivos y fragmentos, sonidos impulsivos que se extinguen de otros que se apagan de inmediato; por sólo mencionar algunos caracteres que se hayan en los modos no verbales humanos de criar, cuidar al cachorro.

Estos modos del adulto de estar, atender y cuidar al crío jamás pueden ser desprovistos de musicalidad; siendo la vivencia de “presencia y ausencia” de la sonoridad humana, una de las experiencias primarias más arcaicas devenidas de la expresividad sonora de los cuidadores principales.

Las cualidades expresivas y sonoras de quienes brindan cuidados y atención impactan sobre el bebé oyente y escuchante; la ritmicidad en la que se organizan estos encuentros, su tempo y otras cualidades temporales en juego, la envoltura melódica y sus peculiaridades, entraman la relación y todo lo que allí se construye: diálogos, juegos, miradas, cuerpo, hábitos y rutinas….

A partir de vivencias, simples y diarias, en lo que expresa y cómo se expresa la voz y el cuerpo de su interlocutor, el bebé ira conociendo el interés e intencionalidad de aquel.

De lo que precede enfatizamos la riqueza y complejidad que el escuchar del niño pequeño conlleva.

Resaltamos fundamentalmente, la idea de que el “estimulo sonoro” o, mejor dicho aún, la sonoridad expresiva estimulante de la presencia del otro, en prácticas de salud, educación y/o crianza, fundante de la experiencia intersubjetiva, no es un componente banal. Por el contrario, dado el impacto de ésta en el desarrollo del infante, requiere la valoración adecuada y específica profesional, especialmente en niños que presentan desafíos. Así pues, en materia de comunicación, relacionamiento social, juego, emociones y conducta, o sea, desarrollo infantil, donde la experiencia musical y sonoro expresiva sea una variable a considerar o un eje fundamental, la escucha y evaluación musicoterapéutica es imprescindible e insustituible.

En la primera infancia (PI); dentro de la trama vincular fundante de la constitución subjetiva[vii], ubicamos bajo la lupa momentos de pausa y espera (donde las emociones emergen y surgen) como instancias diferenciadas que entraman interacciones, actos comunicativos, intercambios, producciones sonoro expresivas, secuencias motoras, juegos, etc. Estos momentos pueden darse en la experiencia diádica, de manera alternada o conjunta. A continuación, veamos en detalle estas distinciones, sospechando su función primordial en la génesis de los primeros juegos del bebé.

Entendemos la pausa como el cese de un movimiento que devenía activo-vivo; algo del componente temporal, el tempo, se ponen voluntariamente o no (por coerción de un indicador externo, de un sujeto u otro factor) en suspenso. Podemos estar hablando de gestos faciales, movimientos motores (de dedos, manos o pies) lo que se detiene es aquello que venía en avance y despliegue.

Un dato curioso es que la pausa se produce en la materia tangible, que puede ser captado por los sentidos, por ejemplo, extender y flexionar los dedos de la mano y luego dejar de hacerlo, segundos después reiniciar la acción. Ahora bien, si el movimiento motor se detiene, pero continúa el despliegue sonoro de la mamá/cuidador: ¿Dónde está la pausa? ¿Será ésta vivenciada, como tal, por el niño pequeño?

Acá no podemos dejar de mencionar uno de los aportes “copernicanos” de la Musicoterapia clínica, centrada en la especificidad de la Escucha Trabajada de la musicalidad. Son varias las conceptualizaciones en las cuales la musicoterapeuta Alejandra Giacobone hace referencia a la insubordinación de la sonoridad humana al cuerpo; con lo cual lo que plantea y corrobora en una clínica basada en la evidencia, es la autonomía de los gestos sonoros, la voz y los formatos expresivos sonoro musicales en relación a lo que el cuerpo hace, manifiesta y a lo que el “verbo”, en tanto palabra, enuncia.

A continuación, planteo el interrogante, como óptica de análisis en la comunicación temprana de la díada, indagando sobre el comportamiento de los “gestos sonoros” expresivos: ¿se pausan o, en todo caso, se silencian?

El LENGUAJE SONORO MUSICAL, la musicalidad, no se ciñe al cuerpo y sus manifestaciones, ni a la palabra en su valor de uso y significado.

La expresión sonora su intencionalidad puede acompañar en sintonía un movimiento corporal o ir a contraposición de éste; por lo tanto, reconocer la independencia del sujeto en su decir sonoroexpresivo y su condición de “intraducibilidad” (no puede ser traducido) es fundamental en edades tempranas dónde el lenguaje

verbal aún no está presente y en aquellas personas con problemáticas subjetivas, trastornos mentales graves, etc., donde el sujeto en su decir cuenta con otros lenguajes y modos comunicativos no lingüísticos.

Pensando en estos primeros intercambios interpersonales (Cuidador-Bebé) a los que hacemos referencia; observamos que la espera no implica pausa; (aunque) la pausa del adulto o del bebé, podría ser “en espera”; al estar esta última motivada por una clara y evidente “ expectativa en relación”: en la espera algo estaría, podría o volvería a suceder; por lo que la “expectativa” que el sujeto vivencia es un factor elemental para promover y provocar estos formatos comunicativos, lúdicos y sociales.

Al parecer, la espera responde a aquello, que en su trayectoria discursiva (antecedente-consecuente) fue percibido por el sujeto trayendo el motivo[viii], por dónde las emociones se vehiculizaron con la promesa de la gratificación. Cuando el bebé o el adulto se percata del “motivo expresivo sonoromusical” que lo mantiene enlazado o en relación con el otro, es que la “anticipación” puede operar como potenciador del encuentro subjetivante.

En el bebé surge la motivación ligada a lo vital que lo moviliza, un incentivo que percibe interiormente, aumentando su excitación, y se proyecta hacia el afuera, tomando cuerpo en intenciones que éste muestra con su propia expresividad (sacude las manitos, patalea…).

El bebé manifiesta con su cuerpo y sonoridad su entusiasmo, por lo que antecede, por lo presente y lo contiguo, aunque aún no pase, ni se lo imagine. Sus Iniciativas se explayan en pautas o gestos expresivo-emocionales que se vuelven evidentes en la escucha y observación del cuidador; y expresan el interés del niño por aquello que espera. El bebé espera, que vuelva a repetirse esa secuencia de cosquillas en su vientre, con ese gesto expresivo de picardía, quiere volver a escuchar ese “tiqui, tiqui, tiqui” en acelerando (gesto sonoro). Espera, anhela…quiere…desea… ¿Imagina qué va a pasar?

En el infante, la espera podría estar promovida por la pausa del adulto cuidador, pero sin motivo, sin “el motivo” no habría por qué detenerse a esperar. El “motivo rítmico melódico” en la /de la relación diádica es la fundamental para que la “espera” suceda; como un vector organizador de coordenadas.

Por lo que expresamos, entendemos que la espera es una posición subjetiva que implica coordenadas de tiempo habilitando la coordenada del espacio en la relación vincular: el sujeto se ubica en espera dando tiempo y lugar a otro sujeto y a los haceres que los unían.

Advertimos que, frente a una subjetividad expresiva “en suspenso, en espera”, no localizamos una instancia de inactividad, un sujeto pasivo en reposo. En la trama vinculante de los intercambios tempranos, la dimensión temporal en esos encuentros experienciantes de “pausa y espera” persiste, mientras ambos sujetos estén entonados, en sintonía, afectados por las emociones compartidas que promuevan enlaces y movimiento.

 “El motivo[ix] cumple una función primordial de SOSTÉN:  arma y sostiene los intercambios diádicos y la posibilidad de que devengan  juego (Por eso nos referimos, a los Juegos Expresivos SonoroCorporales)

“Pausa y espera” son una pauta germen, donde el tiempo nunca desaparece, sino que se multidiversifica.

Si el encuentro carece de instancias de entonamiento afectivo mutuo, las interacciones, (con otras cualidades y tonos diferentes a la vía de lo genuino y espontáneo) podrán lograrse a partir del sobreesfuerzo del adulto y de un niño exigido, forzando los modos y tiempos subjetivos, siendo quizás, estos momentos “ seudolúdicos” o mecánicos, en los que la espontaneidad y creatividad se tornan intervenidas, fragmentadas; sujetos desafectados afectivamente, con tendencia al desvanecimiento, cuando no a la automatización.

De lo que antecede se infiere que la función estructurante de este binomio/pauta “pausa -espera” le permite al niño organizar su vivencia y, paulatinamente, “aprende” a escuchar; esos momentos son una oportunidad para que el infante se percate sensiblemente de la existencia del otro y simultáneamente de la propia existencia y modos de Ser, Expresar y Comunicar.

Además, este binomio pausa-espera (desde una mirada ecológica del vínculo) inaugura y habilita el armado de secuencias creativas, breves, elementales y precarias, que sostienen y promueven el encuentro e interjuego entre dos expresividades sonantes y móviles. Así dando lugar al Motivo que trae en arrastre el Sentido, como valor emocional, convergente de un hacer mutuo nacen en edades tempranas (de aquella/s pauta germen oportunamente ubicadas) los Juegos Expresivos Sonorocorporales (JESC)

Entendemos que existe una relación dialéctica entre la pausa del adulto y la espera del niño pequeño; que, sin esa pausa, difícilmente surja en el niño la iniciativa de ponerse en espera o pueda hacerlo.

En la espera se “enaltece[x]”la Escucha, implica detenerse a Escuchar, abrir un tiempo- espacio simbólico. Hacer o dar lugar propicio para la expresión (del otro y la propia), un “tiempo de oro” en el que será posible la manifestación de necesidades y deseos, de aperturas, despliegues, cambios y cierres.

Entonces, observando los modos de relacionamiento en estos primeros tiempos del ser humano, conectamos la “espera con la expectativa”, como un movimiento subjetivo que hace el mismo sujeto movilizado por su propio interés. Brazelton en 1990 cuando describe algunas de las características de las interacciones tempranas menciona el “arrastre”: “Habiendo aprendido cada uno los requisitos del otro, pueden establecer un ritmo como obedeciendo a una serie de reglas. El poder de este ritmo pronto crea una expectativa, tanto para seguir con el ritmo como para interrumpirlo. Tan fuerte es esta expectativa que parece arrastrar a cada miembro de la díada”

Desde la clínica musicoterapéutica con más de 30 años de elaboraciones teóricas, complejas y específicas en cuanto a las relaciones tempranas, sus modos y quehaceres, comunicación, interacción, juego, intercambio social del bebé, vínculo temprano, etc., nos encontramos con que la “espera que aloja expectativa” es una “espera en escucha” y en una relación subjetivante abre un espacio tiempo simbólico para que algo del orden de la singularidad, de la creación más genuina del ser, por más inmadurez biológica de éste, se pronuncie y despliegue.

En estos ciclos de pausa y espera, que se dan dentro del contexto de un trayecto de intercambio afectivo relacional en la dupla cuidador-bebé, la expectativa aloja la posibilidad de armar escucha: escucha significativa y subjetivante.

En el abordaje de las dificultades del vínculo primario en la etapa de apego, la escucha musicoterapéutica, nos muestra que es adecuado detectar las alteraciones cualitativas de los modos expresivos y comunicativos en los que se funda el vínculo temprano; reconoce la importancia de las intervenciones oportunas en las cualidades sensibles de “pausa y espera” en armados expresivos, comunicativos, y hasta lúdicos, que andamian, sostienen y son soportes, de las primeras relaciones interpersonales.

Distinguimos, en línea con lo enunciado que para que las intervenciones sean oportunas, deben ser además adecuadas. Considerando los lenguajes primordiales de la primerísima y primera infancia, sin sucumbir a la interpretación de los gestos como si detrás de éstos halláramos indudable y evolutivamente palabras.

(*) Escrito inédito. Registro de propiedad intelectual: RL-2023-52899855-APN

[i]                      Musicalidad es condición de la especie humana, fundante de la constitución subjetiva, materia y envoltura de los lenguajes. Se distingue este concepto del de “música”, en tanto producto y producción cultural de parámetros medianamente establecidos y reconocidos (ejemplo, música oriental). Citando a Alejandra Giacobone: “De la musicalidad que contornea un decir: dela musicalidad primordial que le da sentido a todo decir.

A diferencia de la música, que es el rasgo de la cultura, la musicalidad es una condición de la especie”. Cap 5 “Escuchar a las infancias” Noveduc, pag 85

[ii]                     Lenguaje Sonoro Musical. Para ampliar se recomienda Cuarta Parte “Conceptualizaciones sobre el desarrollo sonoro expresivo infantil y la subjetividad”. Musicoterapia en la infancia TOMO 1. Gauna, Giacobone, Licastro. Ed, Diseño

[iii]             Particular atención al plural (lenguajes); sostenemos que el desarrollo humano y su andamiaje subjetivo está atravesado por múltiples lenguajes, formas de decir; ampliamos la perspectiva teórica que; generalmente, es fundamento de conceptualizaciones sobre el ser hunmano en su devenir sujeto anclada en el enfoque lingüístico.

[iv]             Destacamos que la vivencia es sensorial, afectivo-emocional, mental,social: inter-intra y transubjetiva.

[v]

[vi]        Ya mencionado el concepto de Musicalidad Primordial (MP) constructo teórico de Giacobone-Licastro.

[vii]                  Pensar la conformación subjetiva del ser humano desde los conceptos de Musicalidad Primordial e Intersonoridad. Giacobone-Licastro

[viii]     Motivo en su doble acepción: como estructura dónde se expresa el tema y como “razón de ser” sentido significativo de lo que acontece. Desde la perspectiva clínica me refiero al motivo como esa performance expresiva sonora musical del decir, claramente apreciable en la escucha.

[ix]        Referencia VIII. Idem

[x]         Enaltece: Alabar una persona o cosa resultado de sus cualidades o méritos.

 

 

 

 

            Bibliografía:

  • Gauna,Giacobone,Licastro, Musicoterapia en la Infancia Tomo 1 Ed Diseño
  • Tollo Miguel, y otros; Escuchar las Infancias, Ed Noveduc

 

Graciela Bassi

Musicoterapeuta MN n°139. Especializada en Desarrollo Infantil. Clínica de Bebés y Niños. Atención e Intervención Temprana.

mtabassig@hotmail.com. San Lorenzo, Santa Fe.