Introducción
La maternidad se encuentra repleta de significantes sociales que le atribuyen un lugar idealizado, y una vez madre, pareciera que la mujer se desvanece. Esta posición se sostiene al hablar del amor puro y del instinto maternal, que no hace más que generar culpa y vergüenza alejando a las madres de la posibilidad de hablar, muchas veces incluso a pensar, acerca de sus sentimientos que son en sí ambivalentes. Si a esto le sumamos contextos donde las condiciones de vida de las mujeres-madres son de vulnerabilidad y en su historia vincular se presenta un déficit afectivo, la posibilidad de albergar psíquicamente a otro ser puede tambalear al no triunfar la pulsión de vida.
Reflexionamos sobre aquellas mujeres que no pueden ejercer el rol materno por encontrarse arrasadas por el consumo problemático, que impide lo metonímico del deseo al quedar eliminado por el goce que se satisface en la pulsión de muerte. En estas situaciones donde retorna la vida como intolerable, ¿delegan? la crianza de su hijx en la familia extensa o en instituciones. Sin embargo, son estigmatizadas por la sociedad que las nombra como “las malas madres”, “abandónicas” y en la mayoría de las ocasiones esto se refuerza desde los organismos del Estado, obligándolas a maternar. Entonces, ¿Podemos considerar el abandono como violencia o como un mecanismo de cuidado?
¿Abandono?
Por lo general, cuando se reflexiona sobre el concepto de abandono lo primero que se piensa en el imaginario social es una madre que deja a su hijx recién nacido o niño/a pequeño/a en la calle, desamparado. Sin embargo, en los diversos escritos sobre abandono, dentro de la tipología de maltrato infantil, se lo define como la falta de atención a las necesidades básicas que debe tener un niño/a; es considerado una actitud de negligencia, descuido, y desprotección. Desde este posicionamiento, el abandono empieza mucho antes de que activamente quien se encuentra en posición de cuidado entregue a su hijx. Es decir que ocurre cuando la madre y/o el padre ponen en riesgo la dignidad y supervivencia de su hijx.
Aunque la palabra abandono no deja de estar ligada y representada en el imaginario social a la acción de una madre desinteresada, desafectivizada, buscando deshacerse de su hijx, toma la misma connotación si lo hace en un descampado, como si decide entregarlo a las instituciones o a la familia extensa. Desde esta representación, siempre el abandono supone dejar al niñx en situación de riesgo. Pero qué pasa si el riesgo no está afuera sino junto a ella? Se desdibuja la posibilidad de que una madre no pueda cuidar, pues se asocia a ella un “instinto materno”. Esta construcción se sostiene en el pensamiento patriarcal, sancionatorio exclusivamente hacia la mujer, a la que históricamente ha endilgado la responsabilidad de la reproducción y cuidados, creando un único destino en la historia de vida, una marca subjetivante, un estigma que llevará consigo, el de “madre abandónica”.
No importa cómo ni a qué costo, se exige a las madres que puedan. Pende sobre sus cabezas una espada de Damocles dispuesta a caer impiadosamente si no están a la altura de las circunstancias. La maternidad como destino ineludible, desapareciendo a la mujer que, una vez puesta a maternar, se diluye en la función materna. Se le exige una función de plenitud sin posibilidad de que aparezca la falta, cuando la falta es constitutiva del sujeto y eso hace posible el surgimiento del deseo. El sostén no es solo hacia la criatura sino a todos los significantes sociales que idealizan a la maternidad, que la alejan cada vez más de su subjetividad, de sus sentimientos, de la posibilidad de pensar y de hablar por miedo a ser sancionada como “mala madre” si no cumple con la función depositada en ella. Pero ¿qué ser puede sostener tal suprema posición sin alterarse?
(Des)Maternando
Recortamos del universo de madres a aquellas mujeres que se encuentran transitando su maternidad en situación de consumo problemático de sustancias. El pensar en el consumo nos remite a “agujeros” respecto del sostén y contención de los primeros años, un claro déficit afectivo vincular. El consumo, por lo tanto, irrumpe como ¿herramienta? en tanto permite construir nuevas realidades y compensar esas carencias y tapar el dolor que éstas provocaron…. el dolor que provoca estar vivas… El goce se apoya en la pulsión de muerte, en la experiencia tóxica de la liberación del dolor, por ello su uso permanente. El deseo queda apagado, es ir más por el goce, es pura pulsión de muerte.
Eros actúa desde el comienzo de la vida y como pulsión de vida entra en oposición con la pulsión de muerte. Luchan entre sí desde el origen. El fin de la pulsión de muerte al interior es destructiva es la autodestrucción. Mientras que la pulsión agresiva tiende a la destrucción y es dirigida hacia al exterior al objeto. (Freud, 1920)
Qué sucede cuando no es posible para esta mujer – madre investir libidinalmente a ese niñx? Para poder hacerlo es necesaria la presencia del deseo, ya que es una barrera contra el goce. La ley prohíbe el goce y funda el deseo. El deseo de un hijx está abierto a nuevas inscripciones afectado por cada historia vincular, es metonímico. Ser madre es un triunfo de la pulsión de vida; en tanto se relaciona con generar vida no solamente de la esfera biológica sino en albergar psíquicamente al bebé. Pero, para las madres arrasadas por el consumo problemático, maternar resulta intolerable porque retorna la vida, una pulsión que no puede transmitir al encontrarse pura y corporalmente en la pulsión de muerte. El goce en la pulsión de muerte deja apagado el deseo, por lo que no hay inscripción de un deseo de hijx en su psiquismo, no le permite investirlx libidinalmente.
La madre ocupa un lugar primordial y originario en la constitución del aparato psíquico. La madre nutricia satisface las necesidades biológicas de su hijx, dando respuestas a las tensiones orgánicas, de este modo es como la madre erogeniza el cuerpo pulsional del niñx. Además, en esta fase, denominada oral, el niñx se encuentra en dependencia absoluta respecto a la madre nutricia, que no solo es capaz de dar respuestas a sus necesidades, sino que además en esta dialéctica inscribe las huellas mnémicas que orientarán al surgimiento del deseo con relación al objeto originariamente perdido, en la añoranza de la satisfacción primaria, imaginada como plena y absoluta. En la mezcla pulsional de eros y thanatos, se evidencia el surgimiento del deseo y el de querer recuperar el goce de la primera vivencia de satisfacción, que están ligados a los avatares de la función materna. (Freud, 1914)
Sin embargo, ¿qué pasa con estas madres? Los “agujeros” en los primeros años de vida implicaron que esta huella primaria en el encuentro con el Otro esté borroneada o no inscripta. Por ello su empuje pulsional seguirá hacia el camino de vacío absoluto, hacia la nada y el de borrar toda experiencia de excitación que la lleve a una inscripción humanizante. Asimismo, estas madres deciden no maternar a su hijx, cuando, muchas veces, se produce el destete que implica una posible separación, se aleja de su cuerpo. Para poder construir el vínculo afectivo, una relación de objeto se requiere de esta huella originaria.
Estado: políticas patriarcales en el cuidado
¿Dónde quedan estas madres en la trama social? ¿Qué opciones tienen frente a esta realidad insostenible? Si desde el mismo Estado, que debiera ser garante de derechos, se las obliga a maternar, no permitiendo que ese hijx, con todo lo que representa simbólicamente para ella, sea entregado en adopción por la vía formal de manera inmediata. Mientras tanto, considera la separación del niñx y su progenitora como último recurso, de carácter excepcional y con acciones dirigidas a que se retorne al seno materno (al centro de vida, a la familia de origen) en el menor tiempo posible.
Estas intervenciones desde el Estado son atribuidas a las funciones de la maternidad. En los primeros años de vida de la criatura requiere de crear un apego seguro con su madre para un futuro desarrollo emocional sano, depositada la función en la madre biológica. Una relación sólida y saludable con la madre se asocia a la posibilidad de establecer relaciones saludables con otros, mientras que un apego pobre y deficitario parece estar asociado con dificultades en el establecimiento de las relaciones y problemas emocionales en otras etapas de la vida. Aunque, si se fuerza el apego en un vínculo que es insostenible, es un posible riesgo al maltrato y a la negligencia en la crianza. Para estas madres, en este momento, es imposible lidiar con las funciones de cuidado, su pulsión de muerte tiene como meta la destrucción, en un momento en que el infante depende exclusivamente de ella y sus cuidados para sobrevivir.
Condenada a una encerrona trágica se enfrenta a un dilema. Dos fuerzas antagónicas han sido enfrentadas. Vida o muerte.
Consideraciones Finales
De acuerdo con lo postulado, consideramos necesario diferenciar dos conceptos claves. Por un lado, Desvínculo, que implica la delegación de la crianza del niñx a otra persona, familia o institución. En cambio, el Abandono supone dejar al hijx en situaciones de riesgo y desamparo (Leus et al., 2012)
Partiendo de esta base, podemos repensar el concepto y entender que las mujeres-madres no siempre abandonan, evitando caer así en el lugar aprendido, prejuicio patriarcal condenatorio que las tilda de modo inclementemente.
Muchas veces estas madres transcurren su embarazo solas y/o en contexto de violencia, sin perder de vista la complejidad añadida por el consumo problemático de sustancias. Sobreviviendo día a día, arrasadas por el goce, sin poder registrar-se. Aun así, se les exige que puedan, a cualquier costo, cuidar de alguien más, como si eso fuera una opción.
Qué sucede si lo único que pueden registrar es que no pueden, que el riesgo no está afuera, sino junto a ellas en ese contexto y situación. Desvincularse de su hijx como forma de protegerlx, de no condenarlx.
Entonces, ¿Realmente quieren delegar los cuidados de sus hijxs o son las condiciones de vida que les marcan un único destino, el desvincularse?
Autoras
- Florencia Fitterer, Licenciada en Psicología egresada de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador. Integrante del Equipo de la Subsecretaría de Familia, perteneciente al Ministerio de Desarrollo Social y Trabajo de la Provincia de Neuquén.
- Roció Ramos, Licenciada en Psicología egresada de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador. Integrante del Equipo de la Oficina de Atención a la Víctima y los Testigos del Delito, perteneciente al Ministerio Público Fiscal de la Provincia de La Pampa.
Florencia Fitterer, Roció Ramos
Referencias
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