Desde la creación y primeras experiencias con las Técnicas de Reproducción Humana Asistida (TRHA) en el ámbito médico-científico, se comenzó a avanzar en forma pujante y constante hacia nuevas formas de concebir un hijo/a. Así surge la necesidad de introducir nuevos actores: materiales, personas y espacios para concretar un embarazo. Tendremos en cuenta todos estos nuevos dispositivos para poder pensar la disociación entre sexualidad y reproducción, y nos preguntaremos por la transición de la escena “íntima” de la pareja a la escena “artificial” médicamente asistida.
¿Cómo impactan las tecnologías reproductivas en la intimidad sexual de las parejas heterosexuales? ¿Cómo se moldea el proyecto de parentalidad una vez inmersos en el mundo de las dificultades reproductivas?
Toda procreación es un enigma y, en el caso de las TRHA se refuerza el lugar del acto sexual por su ausencia, por sus reglas o por lo prescindible de su presencia. Ingresan instrumentos y terceros que liberan al sexo de su capacidad reproductiva, donde lo que coincide y continúa es la pérdida del control y la ausencia de garantías. Ansermet dice: “Una dificultad paradójica de las procreaciones médicamente asistidas se deriva del hecho que éstas incrementan la negación del lugar de la sexualidad en la procreación. Uno se convierte en padre por la ciencia más que por el hecho de pasar por los desfiladeros de la sexualidad.” (Ansermet, 2018).
Aparece un cuerpo que puede ser anticipado y modificado por la ciencia de acuerdo a lo deseado; dejando al sujeto descentrado, disociado del proceso, y la técnica como responsable del cambio generado.
“El imaginario social actual plantea un cuerpo que está bajo control de la medicina y la tecnología, y lo que subyace es la idea de que todo es posible, todo alcanzable. De allí surge como producción imaginaria la presencia de un “cuerpo predecible”. (Alkolombre, 2012).
De este modo, el cuerpo conocido y familiar puede transformarse en algo desconocido, “puesto afuera” para que otro lo escanee e intervenga. Los tests de ovulación, las ecografías, la palabra de los médicos, son instrumentos que se vuelven parte de la escena y constituyen la vía de aproximación a ese cuerpo que se vuelve ajeno y, al mismo tiempo, predecible, anticipable. Nos preguntamos qué sucede cuando aquello que se espera sea medible y monitoreable, se vuelve un enigma, cuando no aparece la causa, cuando los hechos no suceden como se esperan.
En estas formas de acceder a la parentalidad hay extracorporeidad y un proceso que difiere a las maneras conocidas y familiares de ser concebidos, generando una ruptura con lo transmitido y vivenciado transgeneracionalmente. Esto suele demandar un trabajo psíquico adicional que abarca: la prehistoria del hijo por nacer, la novela familiar y la relación e historia personal con el propio cuerpo, fantasías y creencias de cada miembro de la pareja.
Cuando el deseo de ahijar se encuentra atravesado por diagnósticos y tratamientos reproductivos, en las relaciones de pareja ingresan terceros a los cuáles hay que hacerles lugar. Entonces, ¿cómo se representa la relación entre sexualidad y reproducción? ¿Qué lugar hay para lo íntimo en la pareja?
Con el transcurrir del tiempo y de las intervenciones en la búsqueda del embarazo que no llega, el anhelo inicial se va convirtiendo en una situación angustiante y, a veces, paralizante. La pareja suele preocuparse más por el resultado que por el encuentro entre sí, produciéndose una distancia entre el acto sexual y el querer tener un hijo. Como, por ejemplo, el caso de una pareja en tratamiento de fertilidad, quienes prácticamente no tenían relaciones sexuales y aún atravesando una crisis, avanzaban en los estudios médicos para lograr el embarazo. En su espacio terapéutico, ella relata una escena significativa en la que estando en la cama juntos, le envía mensajes a su médico decidiendo cómo continuar con su tratamiento.
La reproducción asistida a través de técnicas permite ingresar la pregunta sobre cuál es el objeto de la pasión, del deseo, dónde se anuda la voluntad y también cuál es la relación con ese objeto. Un desplazamiento donde la “pasión de hijo” (Alkolombre, 2012) es fuente y destino, donde la gestación como producto idealizado pone de manifiesto el cese de una travesía y representa la satisfacción de haber sorteado las dificultades. Podríamos pensar que la tenacidad en la búsqueda del embarazo en esta pareja es impulsada por una pasión de hijo, a cualquier precio. El hijo es en este caso un objeto único, un objeto no sustituible.
Los caminos de las TRHA se encuentran fácilmente ligados a la puesta de cuerpo, el peso de los desafíos y el deseo de lograr un embarazo en el que la llegada del “hijo/a real” puede no necesariamente estar en esa cadena de representaciones anheladas y fantaseadas. Remitimos a otra pareja que, tras un largo recorrido de tratamientos, manifiesta: “El nacimiento de N fue un bombazo. Fue como una ola gigante que nos pasó por encima.” “Me sentía sola aún acompañada. Él era una pared, me sentí abandonada.” Aún cuando el deseo de tener un hijo es un proyecto y anhelos compartidos, la pareja se desencuentra, se pierde algo de lo íntimo, de lo construido entre dos.
Pensamos que las condiciones de la intimidad van cambiando y están sujetas a las dinámicas epocales. La conformación de escenarios que se constituyen a partir de la introducción de dispositivos e instrumentos creados por el ser humano y, al mismo tiempo, no registrados como tales, nos permiten ubicar ciertos proyectos de maparentalidades actuales en un interjuego que alterna entre la obturación y la posibilidad. Si bien en ellos observamos que se repite la disociación entre el encuentro sexual y el deseo de hijo, también nos preguntamos si esto no podría constituir una instancia propicia para construir una intimidad diferente, donde se dé lugar a otras formas de encuentro.
En el camino zigzagueante del deseo de hijo, las TRHA se imponen como recursos tan válidos como imperantes. Buscando dar respuestas automáticas, dejan por fuera el intercambio en el campo íntimo de la pareja y la supuesta previsibilidad de los cuerpos que obstaculiza la espontaneidad del goce. En lugar de ser un medio para dar curso al deseo, los cuerpos se vuelven territorio hostil, desconocido, incluso a veces sintomático.
Para concluir, pero sin cerrar sentidos, volvemos sobre la intimidad y los efectos que sobre ella imprimen las intervenciones, dejando sin resto para el placer sexual y la emergencia del deseo, entonces ¿toda intimidad es necesariamente sexual? ¿Cómo podemos repensarla a la luz de estas articulaciones? ¿Es posible la construcción de una escena íntima aún en el contexto de lo médicamente asistido?
Bibliografía
Alkolombre, P. (2012). Deseo de hijo. Pasión de hijo. Esterilidad y técnicas reproductivas a la luz del psicoanálisis. Letra Viva Editorial.
Ansermet, F. (2018). La fabricación de los hijos. Un vértigo tecnológico. UNSAM Edita.
El presente artículo formó parte del XV Congreso Argentino de Salud Mental Argentino: “Amor y deseo – Clínica y política de la diversidad en salud mental”, como presentación libre en el mes de septiembre 2022 en Buenos Aires. –